viernes, 11 de septiembre de 2015

La objetividad del periodista deportivo

Hoy en día, el periodismo deportivo anda menospreciado. Incluso ese ninguneo va en aumento.
Se ha llegado hasta tal punto que la objetividad entra en debate. Muchos dicen que el deporte es sinónimo de pasión; pocos creen que el periodismo deportivo debe ejercerse desde esa pasión. Lamentablemente, esos pocos son muchos de los periodistas deportivos que trabajan en medios escritos y medios audiovisuales actualmente.

El periodismo con camiseta es fruto de un largo proceso, que pudo iniciarse el día en el que un exfutbolista recibió un micrófono con el permiso de opinar y contagió esa enfermedad o en el que, simplemente, el amor por un club (o un deportista) le ganó al comunicador.

José Luis Rojas Torrijos, conocido periodista sevillano, señala que “no puede ser calificado de periodístico algo que abiertamente es parcial y servil hacia sus fuentes.” Lo que el vidente reclama es una opinión veraz, que le haga reflexionar y decir: “Tiene razón”. Para eso se le paga al periodista. Debe predicar la verdad. Se trata de ser profesional.

Ser objetivo o ser subjetivo, la elección que debe tomar el periodista cada segundo. Se puede perder la compostura y con ella, el juicio. Porque el periodista, al igual que el futbolista, está expuesto a las críticas, pero su juicio —siempre y cuando sea sincero— no debe alterarse. No debe contener su opinión.

Los más propensos a caer en la subjetividad son los periodistas deportivos emergentes, aquellos que aún no se generan un nombre entre el público oyente y/o lector. Algunos debaten con sus escasos seguidores y por su inexperiencia dejan en evidencia su cariño por ciertos clubes.
Cuando el Barcelona pierde y el equipo juega mal (porque hay veces en las que el equipo juega mal y gana), es tarea del periodista decirlo; sin embargo, hay quienes van más allá y comienzan a echarle basura a un solo jugador. “Este es hincha del Barcelona y traslada su frustración a otros” o “este es hincha del Madrid”, dicen. La gente saca conclusiones sobre los periodistas cuando estos opinan. Lo mejor que le puede pasar a uno es que nadie sepa qué sentimiento hay detrás de ese “Messi es el mejor del mundo”: rabia, frustración, alegría, orgullo…

En España, la prensa deportiva se divide, en su mayor parte, en la barcelonista y la madridista. Desde Barcelona, ‘Sport’ y ‘Mundo Deportivo’ tratan de desestabilizar la armonía en el vestuario del Real Madrid, y desde Madrid, ‘Marca’ y ‘As’ cumplen la misma función que atenta contra el Barcelona. De hecho, estos equipos tienen su propio periodista insignia: Tomás Roncero defiende al Madrid hasta la muerte, mientras que entre Carme Barceló y Lluís Mascaró está el máximo defensor del Barcelona. Hay que escucharlos en los debates: acarician la imagen de sus equipos y desgarran la de sus rivales.

Santiago Cañizares, exarquero español y reconocido periodista deportivo, habló en una entrevista sobre los deportistas en España, pero, tal vez sin querer, dio a conocer el tipo de periodismo que existe en su país: “Hay dos deportistas en España: el que nunca gana nada y pasa desapercibido y el que gana todo y le exigimos que siempre gane, y cuando deja de ganar le atizamos.” El periodismo en España, aparte de imparcial, está envuelto en la hipocresía, algo inconcebible dentro de esta profesión.

Están los casos en los que el periodista tiene alguna relación con el deportista, pero su amistad deteriora la crítica, que se convierte en defensa. La razón está en que este deportista, astuto, no le volverá a conceder una sola entrevista a su amigo que opina para el público.

Y aquí es cuando se viene a la mente un concepto que nos dejó Noam Chomsky, figura destacada de la lingüística del siglo XX: “El propósito de los medios masivos no es tanto informar lo que sucede, sino más bien dar forma a la opinión pública (…)”. Habría que preguntarle al deportista si el conflicto estaría en que su amigo periodista hable mal de él o que la gente genere una opinión tras escuchar la opinión del especialista. Más allá de eso, al periodista no le debe temblar la mano.

No es que se trate de ser equilibrado, se trata de ser sincero. La verdad es respetada; la mentira, no. El periodista no debe condicionar su opinión por amistades ni aficiones. Esto es un problema que no tiene fin; el periodismo deportivo tendría que reinventarse para eliminar la imborrable subjetividad, porque, como dice el gran Jorge Barraza: “El periodismo ejercido sin firmeza es apenas un caldo inconsistente.”

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